Ozzy Osbourne fue mucho más que el cantante de Black Sabbath. A lo largo de cinco décadas, se convirtió en uno de los íconos más reconocidos —y polémicos— de la historia del rock. Su figura trascendió los límites del género musical que ayudó a fundar, gracias a una personalidad arrolladora, adicciones fuera de control, declaraciones delirantes y un reality show familiar que marcó una época.
Uno de los episodios más recordados de su vida sucedió en 1982, durante un show en Iowa. En medio del recital, Ozzy mordió la cabeza de un murciélago que un fanático arrojó al escenario. Años después aclararía que creyó que era de plástico. El murciélago estaba vivo. Tras esto, tuvo que ser hospitalizado y vacunado contra la rabia. Por supuesto, el hecho lo marcó para siempre y quedó asociado a su imagen pública.
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En paralelo, sus adicciones fueron tan legendarias como su música. Cocaína, ácido, alcohol, tranquilizantes, morfina, jarabes y todo lo que pudiera alterarle la percepción formaron parte de su vida cotidiana durante décadas. Él mismo relató que llegó a consumir LSD durante más de un año “todos los días” y que no recordaba buena parte de los años ’70. En varias entrevistas reconoció que sus compañeros de Black Sabbath lo echaron por no poder lidiar más con su comportamiento errático.
A pesar de los excesos, Ozzy supo reinventarse como artista solista con discos fundamentales como Blizzard of Ozz y Diary of a Madman, y fue además un personaje mediático de culto. En los 2000 dio un giro inesperado y se convirtió en estrella de reality show con The Osbournes, el programa de MTV que mostraba el caos cotidiano de su familia.
Las cámaras lo siguieron mientras intentaba mantener cierto orden en una casa donde reinaban los perros, los insultos, los berrinches adolescentes y sus propias lagunas mentales.
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En ese contexto también dejó algunas frases que quedaron para la historia. Entre las más recordadas se destacan:
- «Soy el Príncipe de las Tinieblas, no el Príncipe de los Frutillitas».
- «Me acuerdo de haber estado vivo en los ’70, pero no de haber vivido».
- «No soy un maldito modelo a seguir».
- «Si no hubiese sido por la música, estaría en la cárcel o muerto».
Amado y criticado, Osbourne supo moverse entre el respeto de los fans más duros del metal y la fascinación del público general, que lo miraba entre el asombro y la incredulidad. Su historia fue siempre un equilibrio frágil entre genialidad musical, caos personal y una impredecibilidad que lo volvió inolvidable.
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