El cineasta Diego D’Angelo estrenó «Poesía abierta. Rebeldía y libertad”, sobre el ciclo que el recordado poeta organizó en El Viejo Almacén, como sucedáneo de Teatro Abierto.
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El poeta Daniel Giribaldi, centro del documental de Diego D’Angelo.
Es bueno recordar a Daniel Giribaldi, un bohemio de tiempos no tan lejanos, enorme lector de Quevedo y de Gobello, preciso creador de sonetos en lunfardo, impulsor de poetas incipientes, periodista noctámbulo que después del cierre se juntaba con sus colegas en los bares, vecino apreciado de Pompeya y San Telmo que apenas cincuentón murió a causa de una cirrosis fulminante. Se la veía venir, y le escribía, con versos filosofales y risueños.
El recuerdo surge ahora alrededor de una de sus más felices invenciones: Poesía Abierta, un encuentro semanal, gratuito y dichoso de escritores, músicos y actores donde consagrados y noveles subían a leer sus creaciones y todos compartían la felicidad del momento. Esto nació a fines de 1982, detrás de Teatro Abierto y Danza Abierta, y duró varios años, primero conducido por Giribaldi, luego sostenido por su viuda y su hija. Se juntaban a la tardecita en El Viejo Almacén, que su amigo el cantor Edmundo Rivero les cedía sin cargo alguno. Ni se pedía consumisión obligatoria.
Alejandro Arroz grabó durante años muchas de esas reuniones. Incluso armó un retrato del poeta, “Ayer se me murió mi muerte”. Después se volvió a Salta, donde se afirmó como documentalista. Hasta allí lo fue a buscar Diego D’Angelo, también periodista, y luego anduvo por La Rioja, San Luis, Santiago, al encuentro de poetas que a su paso por Buenos Aires habían disfrutado esas veladas y esas amistades.
D’Angelo también visitó a gente más cercana, limpió y recopiló todo lo que pudo, armó un guión con Arroz, estuvo dos años en esas tareas, ayudado por otro buen cineasta, Eduardo Sánchez, hasta que al fin este jueves pudo estrenar este recuerdo. Es impresionante la cantidad y variedad de gente entrevistada, desde Mariam Farías Gómez y Gilberta Caron, bibliotecaria que entonces tenía apenas 16 años y hacía sus primeros versos, hasta Jorge Marziali, Romero Borri, Alfonso Nassif, Marino Ponti, Tarragó Ros, que evoca el “Desconfío de cada verso mío que me nació sin llorar”, y tantos otros.
Lindo homenaje, para aquel que se reía de sí mismo diciendo, entre otros chistes, “Si hay una obra no difundida, esa es la mía”. Cierto, hay algunas canciones con letra suya. Más difícil es encontrar un poemario impreso, siquiera de unas pocas páginas.
“Poesía abierta. Rebeldía y libertad” (Argentina, 2024); Dir.: Diego D’Angelo; documental.