domingo, 19 enero, 2025

Milei y Macri, al borde de la ruptura

Las coaliciones necesitan de un clima propicio previo y precisan, también, de negociaciones para elaborar un programa común. Javier Milei y Mauricio Macri están muy lejos de cumplir con esas condiciones básicas de un acuerdo electoral. Sin embargo, los dos han dicho públicamente que quieren estar unidos en la competencia electoral de dentro de nueve meses. Milei lo dice en público y lo repite en privado a quien quiera escucharlo. Macri hasta propuso en un tuit dirigido al propio Presidente la creación de una comisión para negociar ese acuerdo; incluso, inscribió en el mensaje los nombres de sus delegados en tal comisión presididos por Cristian Ritondo, el presidente del bloque de diputados de Pro en la Cámara de Diputados y quien mejor se lleva con los libertarios sin amenazar con cambiar de partido. Una extrañeza en estos días. El conflicto consiste, por un lado, en que a esa vocación de Milei la estropean un peldaño debajo de él su hermana Karina y su poderoso asesor Santiago Caputo. La hermanísima se hizo cargo de la construcción de un partido en serio en la Capital, donde Macri creía que ningún dirigente no peronista desafiaría su condición de fundador de una alternativa al peronismo. Pero ¿no tiene derecho La Libertad Avanza, acaso, de contar con su propia organización política en la Capital? Lo tiene, pero no hasta el extremo de convertirse en el principal adversario legislativo de la gestión del otro Macri, Jorge. El Caputo asesor (el Caputo ministro tiene demasiadas cuestiones que atender como para meterse en construcciones electorales) está convencido, a su vez, de que el mileísmo ganará la provincia de Buenos Aires sin la ayuda de nadie. ¿Para qué, entonces, hacer un negocio electoral con Pro, que siempre significará sacrificar cargos legislativos? Ese Caputo no incursiona en la Capital: territorio de Karina, dice, respetando los límites que estableció la diarquía gobernante. Mauricio Macri no sabe si creer que el entorno más cercano de Milei condiciona las ganas del mandatario o si se trata de una simple actuación del jefe del Estado para, como dirían los españoles, marear la perdiz. En el macrismo subrayan que solo el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, dio pruebas de respetar la voluntad de su patrón político. Es siempre coherente con lo que se dicen Milei y Macri en diálogos de los que nadie se entera. En verdad, ellos hablan mucho más por línea privada que los elogios que se prodigan en el espacio público. La conclusión es obvia: algo raro sucede, debajo o a los costados de ellos, para que estén al borde de la ruptura.

Mauricio Macri, que aprendió en los últimos días el arte de andar saltando de un trapecio a otro (entre los duros y los acuerdistas de su partido), está condicionado, a su vez, por la posición de su primo, el jefe de gobierno de la Capital. Sucede que Jorge Macri debe vérselas con la posición militante en su contra de la referente de Karina Milei en la Legislatura local, Pilar Ramírez. Mauricio Macri no puede ni quiere tampoco ser indiferente frente a una política nacional que ignora su condición de líder de la Capital, de creador de un partido que gobernó el distrito (uno de los cuatro más importantes del país) durante los últimos 17 años. A pesar de que nunca se sintió cómodo en la gestión parlamentaria, es probable que el expresidente, si se le cierran todas las puertas para un acuerdo con Milei, acepte la candidatura a senador nacional que desde hace rato le propone su primo. Por ahora, el expresidente insiste: no se resigna a un desacuerdo electoral con Milei.

Talerico viene desconfiando desde hace rato de un acuerdo entre mileístas y kirchneristas para entronizar a Lijo en la Corte

Fue Jorge Macri el creador del último documento de Pro, en el que este partido se quejó severamente por la ausencia del presupuesto para 2025 en la convocatoria presidencial a sesiones extraordinarias del Congreso. Durante el receso legislativo, solo el Presidente puede llamar a sesiones extraordinarias y fijar los temas que deberá tratar el Congreso. Conceptualmente, el documento es impecable: el Congreso no puede eludir el debate sobre la principal ley de la administración del país, como lo es el presupuesto. Esta vez es la primera en la historia que el jefe del Estado prorroga durante dos años consecutivos un presupuesto ya muy viejo. Tampoco en 2024 se pudo aprobar un presupuesto nuevo. En teoría, Milei gobernará en 2025 con el presupuesto de Alberto Fernández y de Sergio Massa de 2023. La realidad es muy distinta de la teoría: la ley autoriza al Gobierno a modificar las partidas del presupuesto heredado de acuerdo con el menú del día. Milei no habría hecho nunca el homérico ajuste que hizo en las cuentas públicas con el presupuesto de Alberto Fernández ni con la extraña generosidad de Massa para distribuir los recursos nacionales entre amigos, sponsors y favorecedores. Respetar el mandato constitucional de un presupuesto aprobado por el Congreso es un deber, no una opción.

El error de Jorge Macri consistió en difundir ese documento sin consultarlo previamente con los otros gobernadores y legisladores de lo que fue Juntos por el Cambio. Nadie supo nada nunca hasta que el documento apareció en los sitios web de los principales diarios. Mauricio Macri empezó luego una larga gestión para serenar a los gobernadores y legisladores ofendidos porque su partido los había excluido. Comprendía esa ofensa. A Jorge Macri lo acechan, al mismo tiempo, módicas encuestas sobre su gestión en la Capital. Si el jefe capitalino tuviera encuestas muy buenas sobre su gestión, difícilmente el mileísmo se animaría a retarlo a un duelo electoral. Por su parte, muchos gobernadores de ese espacio le temen a la ruptura entre el mileísmo y Pro porque suponen que los aguardará la derrota a manos del peronismo. Encuestas recientes señalan, por ejemplo, que una eventual división entre mileísta y macristas significaría el fracaso electoral de los dos en la provincia de Entre Ríos, que elegirá senadores nacionales este año.

Con todo, la consecuencia más peligrosa sería un eventual triunfo de Cristina Kirchner en la provincia de Buenos Aires como candidata a diputada nacional; ahí no se elegirán senadores nacionales. El viernes terminó con una sorpresa, que es también una contradicción: el Presidente firmó un buen proyecto de ley de ficha limpia (escrita por el ministro de Defensa, Luis Petri), que impediría la candidatura de Cristina. Cuidado: es una ley electoral y su aprobación necesitará de la mayoría absoluta de las dos cámaras del Congreso. Colina alta y empinada. Las encuestas que se conocen hasta ahora, más allá de la certeza inverosímil de Santiago Caputo, señalan que la división del arco no peronista terminaría con la victoria de la señora de Kirchner en la provincia de Buenos Aires, si es que esta fuera candidata. Pero ¿qué significa en ese contexto que Milei haya incluido en su convocatoria al Congreso, para su tratamiento en sesiones extraordinarias, los acuerdos de los dos propuestos para la Corte Suprema: Ariel Lijo, más que controvertido, y Manuel García-Mansilla, incuestionable? ¿Significa, acaso, que ya existe un acuerdo con Cristina Kirchner para aprobar, al menos, el pliego de Lijo? La expresidenta controla un tercio del Senado; sin ella, es imposible que alguien llegue a la Corte Suprema con la aprobación, como manda la Constitución, de los dos tercios de los votos del Senado.

Una alianza ya consumada entre ellos explicaría hasta el despido del expresidente de la crucial UIF (Unidad de Información Financiera), Ignacio Yacobucci, que había mostrado vocación para seguir investigando las corrupciones del kirchnerismo. Yacobucci estaba débil desde octubre pasado cuando le nombraron vicepresidente del organismo a Santiago González Rodríguez, amigo del infaltable Santiago Caputo; aquel nuevo funcionario fue objetado formalmente en su momento por María Eugenia Talerico, exvicepresidenta de la UIF e implacable reveladora de los misterios mileístas y de la corrupción kirchnerista. En las redes sociales, lo tuiteros amigos de Milei anunciaron la semana pasada que se reirían de Talerico pocos días después. Sucede que nombraron en el lugar del severo Yacobucci, que es hijo de un juez de la Cámara de Casación, a un exmarido de Talerico, el polémico fiscal Paulo Starc, de quien ella se separó hace más de una década. Talerico está siendo difamada por kirchneristas y mileístas; dicen, por ejemplo, que fue abogada del banco HSBC. Nunca lo fue. ¿Starc no debió rechazar el ofrecimiento cuando lo usaron para ningunear a su exesposa y madre de sus hijas? Pero los caballeros pertenecen ya a la nostalgia. Talerico viene desconfiando desde hace rato de un acuerdo entre mileístas y kirchneristas para entronizar a Lijo en la Corte Suprema. Le acaban de dar argumentos a su sospecha. El Gobierno hasta señaló que echó a Yacobucci porque pierde el tiempo (y el dinero público) en perseguir la corrupción kirchnerista. “Ese trabajo es de los fiscales”, se desentiende la administración y, así, tranquiliza a la viuda de Kirchner y a sus seguidores. Adiós, entonces, a las históricas pesquisas de la UIF. Si tales maniobras no nos están contando un acuerdo político, aceptemos que todo lo que muestran se parece demasiado a una componenda hecha en la nocturnidad.

El eficiente intendente de Tres de Febrero, Diego Valenzuela, formó parte de los que eligieron correr en auxilio de los vencedores. Se fue de Pro a La Libertad Avanza. ¿Novedad? No. Su esposa, la senadora provincial Daniela Reich, ya había dado un brinco en octubre pasado desde el bloque de Pro al del partido del Presidente. Patricia Bullrich, eficaz ministra de Seguridad, volvió a ofrecer ese espectáculo tan suyo de saltar entre distintas y sucesivas lealtades, que distinguió su vida política. Importan las alianzas partidarias, no las personales. Una encuesta de Fixer señala que La Libertad Avanza y Pro le ganarían ampliamente las elecciones nacionales al peronismo si fueran juntos. En cambio, si Milei fuera solo, podría alcanzar en el país apenas un modesto y oscilante triunfo. Hay una secuela probable de la eventual soledad electoral del Presidente y consiste en la resucitación política de Cristina Kirchner, que marcaría para Milei el final de la primavera política y el principio de un invierno cruelmente gélido.

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