La Mesías (España/2023). Dirección y guion: Javier Calvo y Javier Ambrossi. Fotografía: Gris Jordana. Elenco: Macarena García, Roger Casamajor, Lola Dueñas, Albert Pla, Rossy de Palma y Cecilia Roth. Disponible en: Max. Nuestra opinión: excelente.
Los Javis, la sociedad que agrupa a esta pareja (profesional y romántica) integrada por Javier Calvo y Javier Ambrossi, se demuestran una vez más como un fenómeno creativo de esos que no abundan en la televisión (ni española ni mundial). Un poco como los Coen en sus mejores épocas, los Javis son una mixtura de sensibilidad única, capaces de encontrar belleza en los páramos más insospechados y de fabricar criaturas imperfectas con las que el público se siente inesperadamente reflejado y conmovido.
Los Javis navegan por la comedia que en su cáscara es John Waters, pero en su corazón Douglas Sirk, o en dramas que son tan almodovarianos como impregnados de Todd Haynes. Pero esos nombres no los despersonalizan ni los convierten en una licuadora de estilos ajenos, sino todo lo contrario porque a través de esos amores evidentes, ellos desarrollan un mundo rabiosamente personal y claramente identificable. Y ese camino autoral que comenzó con el film La llamada, continuó en una curva ascendente con Paquita Salas, Veneno, y ahora La Mesías.
Alcanza un solo plano para retratar el tormento de un hombre y es la imagen que muestra a Enric (Roger Casamajor) orinándose encima luego de ver un clip viralizado con un grupo de niñas entonando una canción cristiana. Poco después y luego de un encuentro sexual furtivo en el que no llega al orgasmo, la acción se traslada a la infancia de ese hombre, hijo de una madre que lo ama, pero que no lo sabe cuidar. De esta forma, a través de flashbacks que alternan pasado y presente, comienza una saga familiar trágica, solitaria, centrada en el pequeño Enric y su hermana, ambos sometidos a una madre que, por convicción u omisión, expone a sus hijos a duros episodios que harán eco muchos años más tarde.
Más allá del espesor del relato, los autores no se regodean ante el sufrimiento ni buscan la sucesión de golpes bajos, sino todo lo contrario. Ellos desarrollan una historia que no juzga a sus personajes, sino que los acompaña, los comprende más allá de sus errores, y los contiene desde el rol de víctimas que les tocó atravesar. Ese hermano y hermana que son Enric e Irene en su niñez, dueños de una infancia de juegos y ternura, es el mundo que los Javis muestran como una trinchera fallida, que los adultos violentan una y otra vez. La infancia se presenta entonces como un paraíso perdido, como un mundo que, un poco a lo Truffaut, le permite a los Javis evidenciar la inocencia y la necesidad de esos niños por resguardarse frente a la ausencia (o peor aún, la agresión) de los adultos que los circundan. Porque en La Mesías, la adultez es un lugar inhóspito al que se llega herido luego de infancias sufridas, dolores que derivan en formas de amar que no nacen del cariño, sino del egoísmo. Enric comprende la aberración de la que fue víctima, mediante una explicación que raya el absurdo y por eso cree en abducciones alienígenas y manos pegajosas, que lo llevan a procesar el dolor de un episodio que se convirtió en una pesadilla constante.
Aunque para los Javis la religión puede que sea una forma de sometimiento, sin lugar a dudas, la fe es imprescindible. Todos sus protagonistas, en cada una de sus ficciones, se vinculan de una u otra manera con la necesidad de creer en algo, de sentir que una fuerza superior eventualmente los salvará. Son personajes que no pueden o no saben cuidarse solos y a quienes los impulsa la necesidad de tener fe en que alguien (o algo) los va a llevar a una seguridad que les fue arrebatada.
La Mesías es un drama seco que no da tiempo a la lágrima fácil, sino más bien a la maduración de una emoción contundente a través de un grupo de personajes que dejan marca en el espectador. La Mesías es comprender que los límites de la televisión no son tales y los Javis demuestran que las series aún pueden ser algo más que lavadas maratones que son moda de una semana. Y La Mesías, gracias a dios (“que soy ateo”, como diría Buñuel), puede que haya salvado a la televisión.