viernes, 19 diciembre, 2025

Empleo formal: afirman que ya pasó por su etapa de ajuste y podría estabilizarse

El debate sobre el empleo registrado privado suele girar alrededor de una cifra clave: cuántos puestos de trabajo se ganaron o se perdieron en un período determinado. Sin embargo, esa mirada agregada puede ocultar procesos más profundos que se dan dentro del mercado laboral. Un análisis más fino, centrado en los flujos de creación y destrucción de empleo, permite entender con mayor precisión cómo reaccionan las empresas frente a los cambios económicos y qué señales anticipan para los próximos años.

En esto se abocó Laura Caullo, economista a cargo del área social y laboral del Ieral de la Fundación Mediterránea.

Su enfoque, desarrollado a partir de los registros administrativos de la Seguridad Social, observa las nóminas que las empresas declaran mes a mes para el pago de aportes y contribuciones. A diferencia de otras mediciones, la unidad de análisis es la empresa, lo que permite identificar no solo cuántos trabajadores hay en total, sino también qué firmas están expandiendo su dotación, cuáles la están reduciendo y cuántas ingresan o salen del sistema formal.

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Desde esta perspectiva, las empresas pueden clasificarse en dos grandes grupos: creadoras y destructoras de empleo. Las primeras incluyen tanto a las firmas que inician actividades formales como a aquellas que, estando en funcionamiento, incrementan su plantel. Las segundas abarcan a las empresas que reducen personal y a las que directamente dejan de declarar empleo, es decir, cierran o salen del registro formal.

Los datos del primer trimestre de 2024 reflejan con claridad una etapa de fuerte ajuste. En ese período, la creación bruta de empleo registrado privado cayó de manera significativa en términos interanuales, mientras que la destrucción de puestos aumentó con fuerza. El resultado fue una pérdida neta cercana a los 73 mil empleos formales, explicada tanto por una menor incorporación de trabajadores como por un proceso activo de reducción de dotaciones en muchas empresas.

Ese comportamiento estuvo alineado con un contexto macroeconómico contractivo, atravesado por la corrección de precios relativos, la caída del nivel de actividad y la necesidad de las firmas de ajustar costos para sostener su operación. En ese marco, el mercado laboral actuó como una variable de ajuste, con decisiones empresarias orientadas a preservar la viabilidad antes que a expandirse.

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Sin embargo, el primer trimestre de 2025 muestra un cambio relevante en la dinámica de los flujos. La creación bruta de empleo vuelve a crecer en la comparación interanual, mientras que la destrucción se reduce de manera significativa. El efecto combinado de ambos movimientos da como resultado un saldo neto prácticamente neutro, lo que indica que, si bien aún no se observa una fase de crecimiento sostenido del empleo formal, la etapa más intensa del ajuste parece haber quedado atrás.

La desagregación de estos flujos aporta otra señal clave: tanto la creación como la destrucción de empleo están explicadas mayormente por empresas que continúan en actividad. Las aperturas y cierres de firmas tienen un peso menor en el total, lo que sugiere que el mercado laboral no está atravesando un proceso de salida masiva de empresas, sino más bien ajustes en el tamaño de las dotaciones dentro de estructuras productivas existentes.

Este punto resulta central para interpretar el escenario que se abre hacia adelante. Una dinámica dominada por empresas activas que ajustan o expanden su empleo es consistente con una etapa de transición, en la que las decisiones de contratación comienzan a responder menos a la urgencia del ajuste y más a las expectativas sobre la evolución económica.

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En este contexto se inscribe la discusión sobre la reforma laboral impulsada a nivel nacional. Desde una mirada de flujos, su impacto no debería evaluarse únicamente por la cantidad inmediata de puestos creados, sino por su capacidad de modificar los incentivos y los márgenes de decisión de las empresas. Reducciones en la incertidumbre, mayor previsibilidad normativa y cambios en los costos asociados a contratar o desvincular personal pueden, con el tiempo, traducirse en una mayor creación bruta de empleo y en una menor volatilidad en los procesos de destrucción.

La evidencia disponible sugiere que el mercado laboral registrado privado transita en 2025 una etapa de estabilización. No se trata aún de una recuperación plena, pero sí de un escenario en el que los flujos comienzan a ordenarse luego del fuerte proceso de corrección observado el año anterior. Esta estabilización aparece como una condición necesaria para que cualquier cambio normativo tenga efectos visibles en la dinámica del empleo.

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De cara a 2026, el desempeño del empleo formal dependerá menos de la inercia del ajuste previo y más de la capacidad del nuevo marco macroeconómico e institucional para sostener decisiones de inversión, expansión productiva y creación de nuevas empresas. Si la mejora en los flujos se consolida y se combina con un entorno más estable y previsible, el mercado laboral podría empezar a mostrar señales de crecimiento sostenido, apoyado tanto en las firmas existentes como en un mayor dinamismo del entramado empresarial.

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