viernes, 19 septiembre, 2025

Milei, Caputo y el FMI nos arrastran a la catástrofe económica

Las 29 veces que el presidente, Javier Milei, dijo por cadena nacional que el “equilibrio fiscal” es innegociable no fueron suficientes para tranquilizar las expectativas de los dueños del país. Se precipita la crisis cambiaria y financiera mientras el gobierno decidió acelerar a fondo en las curvas.

Este jueves el Banco Central terminó liquidando U$S 379 millones en una sola jornada para intentar contener, sin éxito, la cotización del dólar dentro de la banda cambiaria. El dólar minorista rompió la barrera de los $1.500 al tiempo que se hundían los bonos y acciones y se disparaba el riesgo país a 1.453 puntos. No importó el resultado de esta debacle,ni las lecciones del 2018, Luis Caputo aseguró que utilizará hasta el último dólar para contenerlo dentro de la banda. Para entendidos, es una señal a “los mercados” de que salgan ahora, antes de descarguen los costos sobre las mayorías populares.

La acumulación de derrotas políticas del gobierno de Milei en las últimas semanas, en donde cobra protagonismo la calle y sus demandas, son el detonante de una grave crisis de deuda y un programa económico insostenible. El rescate del FMI al gobierno en abril de este año y los dos desembolsos por U$S 14.000 millones generaron la ilusión, por muy poco tiempo, de que era posible sostener un dólar atrasado y con ello limitar la suba de la inflación. El rol del préstamo del organismo internacional al gobierno de Milei fue el de otorgarle una sobrevida gestual y material (dólares frescos) a un modelo económico agotado, con el que apuntaban a “llegar” hasta las elecciones de octubre.

Pero la alquimia requerida para ello no soportaba ni una fisura. En su propio ADN se inscribía una devaluación porque el modelo llevaba indefectiblemente a un agotamiento de reservas. De una parte, por la reducción del saldo comercial. Aún si hay elevadas exportaciones, las divisas generadas se pierden porque el dólar bajo estimula las importaciones. Esto a su vez, tiene enormes consecuencias en la pérdida de competitividad del ya atrasado y devastado aparato productivo e industrial local. En segundo lugar, por las salidas netas en turismo y servicios reales. Y en tercer lugar, porque la memoria histórica es infalible y en este país no es necesario ser economista para saber que si el dólar está contenido, por más tasas de interes reales positivas de 75% en pesos, el único ahorro o inversión que vale es cubrirse con el dólar. En criollo: “comprá, campeón”.

Quienes se apuraron en este desarme de posiciones en pesos fueron, desde ya, los especuladores financieros y grandes empresarios. Si no fue suficiente con la incertidumbre generada luego de que el Gobierno se apresure a desarmar las LEFI a mediados de julio, terminaron de convencerse con la señal de largada del JP Morgan y luego con la derrota política en las urnas en PBA el 7 de septiembre.

“Lo mismo, pero más rápido”

El 18 de septiembre, pero del año 2001, el riesgo país tocaba los 1.618 puntos básicos, experimentando una rápida escalada desde los 1.000 puntos de inicios julio, en la previa de las elecciones de medio término de octubre. Casi año después estaría tocando el pico máximo histórico de 7.222 puntos. Claro que ello sólo fue la expresión de una de las crisis más brutales y agudas que atravesó el pueblo trabajador argentino, con índice de pobreza arriba del 50 % y un desempleo que afectaba a 1 de cada 5 trabajadores.

No necesariamente la historia se repetirá igual, o de la misma forma. Pero los patrones son similares a los de la crisis económica de Martínez de Hoz (ministro económico de la dictadura militar) en diciembre de 1980, la salida de la convertibilidad en 2001, la devaluación de agosto de 2019 con Macri y Dujovne.

El atraso cambiario se sostiene a base de endeudamiento y bicicleta financiera (entrada de capitales de corto plazo al sistema financiero) hasta que la expectativa de devaluación se incrementa, se corta el financiamiento externo (o están cerrados los mercados internacionales) y el retiro de los capitales deja tierra arrasada. La salida que ofrecen los partidos capitalistas ha sido una y otra vez una devaluación que se descarga sobre los salarios, las jubilaciones y los sectores populares, hunde el consumo y el crédito y provoca una recesión económica. Los estragos son irrecuperables. De cada crisis, nunca se vuelve a la situación anterior.

A pesar de que el “cepo” sólo está levantado para la compra de dólares por personas humanas para atesoramiento, son muchas las vías de fuga de capitales y de dolarización de ganancias de las grandes empresas facilitada por los bancos y por la privatización del comercio exterior: la utilización de intermediarios para las compras de dólares, el dólar contado con liquidación, la solicitud de divisas para la cancelación de deudas privadas con empresas del mismo grupo, la subfacturación de exportaciones, el adelanto y sobrefacturación de importaciones, entre otras.

A esto se agrega la sangría de divisas y recursos del país por los pagos de intereses y capital de deuda externa pública. Para el gobierno, y también para la oposición, esos “compromisos” con el capital financiero internacional no están en cuestión, aún si su origen fue totalmente espurio (deudas que se arrastran de la dictadura genocida, canjes y reestructuraciones que las validan, deudas fraudulentas para garantizar negocios privados, financiamiento de la fuga de capitales, etc). El “compromiso” de garantizar a la población trabajo, salud, educación y una vida plena queda siempre en segundo plano.

Con la promesa de canilla abierta de dólares por parte de Caputo, la fuga de divisas no hará otra cosa que acelerarse. Milei terminará haciendo lo mismo que Macri (y que Menem, y que Martínez de Hoz), pero más rápido. El desfalco del país en nombre de la libertad.

Para poner un freno a la pérdida de dólares (generados por el trabajo diario de millones de personas), que son una base para la estabilidad monetaria y de precios (baja inflación) es fundamental cortar sus vías de salida. Los bancos son una piedra angular y por ello su nacionalización y gestión por los propios trabajadores mediante un banco estatal único, permitiría evitar que bajo su operatoria se fugen millones de dólares.

Así también, el control del comercio exterior por unas pocas empresas que concentran las exportaciones e importaciones, que controlan también los puertos privados y tienen el dominio de gran parte de los dólares generados, es otra vía de fuga. La experiencia argentina muestra que es posible un monopolio estatal del comercio exterior, como el IAPI, pero es su gestión en manos de los trabajadores lo que permitiria cortar con la sangría de dólares y garantizaría que se administren las importaciones y exportaciones en función de las necesidades sociales y de desarrollo productivo del país.

Milei y su equipo económico dejan trascender que tienen algún as bajo la manga para conseguir dólares. Que podría haber un préstamo directo del Tesoro de Estados Unidos, o una línea de crédito de algún organismo internacional. O que avanzarán rápidamente en la venta de empresas públicas como mostró su menú de opciones Adorni esta semana (Aysa, Nucleoeléctrica Argentina, centrales térmicas, concesiones viales y venta masiva de terrenos públicos), para lo cual deberán torcer una relación de fuerzas muy desfavorable en las actuales condiciones de debilidad política. “Casualmente”, cuando los activos públicos están por el piso, un regalo. Nada muy probable, y aún de conseguir algo de dólares, se irán por las ventanillas arriba mencionadas.

2027 es un futuro lejano

Cuando la crisis asoma suele recurrirse al viejo método de “echarle la culpa a la gente”, o más precisamente, a los trabajadores y sectores populares. Sea porque “votó mal” (hacia un lado, o hacia otro), sea porque “exigió demasiado” en las calles (o como dijo Macri, “quieren vivir por encima de sus posibilidades”), o porque “no supo esperar” a que el ajuste rinda sus frutos.

Sin embargo, Milei aplicó el rumbo que le exigía el gran empresariado y el FMI, y con el que estaba de acuerdo prácticamente todo el arco político, más allá de diferencias de plazos o implementación: pagar la deuda, ajustar el gasto público a pedido del Fondo, levantar el “cepo”, bajar impuestos al gran capital y subirlos a los trabajadores, reformar las leyes laborales y previsionales para abaratar los costos de los empresarios, entre otras.

Ningún sector político, salvo la izquierda, propone salir del régimen impuesto por el FMI, que lleva inscriptos estos lineamientos. La responsabilidad ante este nuevo choque de calesita es del poder económico y de la clase política servil a él que dirige este proceso. La pregunta es qué sucederá ahora y cómo se evita la catástrofe.

Dentro de las opciones transitorias (hasta octubre) para resolver la falta de dólares, hay dos que destacan. Una, es la posibilidad de una devaluación del dólar. Esto es, soltar al Banco Central de su obligación de contenerlo dentro de la banda y así dejarlo correr, lo cual tendría dos variaciones: cierto control o compras discrecionales o bajo un programa preestablecido, o permitir un salto abrupto para luego volver a fijar el tipo de cambio para alentar otro “carry” (bicicleta financiera), en un nivel que sugieren sería alrededor de $2.300. Otra posibilidad, es la vuelta al cepo cambiario, aunque la consultora 1816 considera que se trata de la opción menos probable.

De acuerdo a los cálculos de esta consultora, las reservas netas del Banco Central (sin restar el préstamo del FMI) rondan los U$S 6.428 millones.

Pero la escasez de dólares hoy para sostener el tipo de cambio no es sólo el problema (liquidez) que miran “los mercados”, sino que también hay un problema de solvencia: la creciente imposibilidad de abordar los vencimientos de deuda externa

Entre septiembre de 2025 y diciembre de 2027 los vencimientos en dólares del BCRA y el Tesoro suman U$S 34.000 millones, sin contar pagos a organismos ex FMI (que se supone se renuevan), estima la misma consultora 1816. Ya en febrero de 2016 las reservas netas se tornarían negativas a causa de estos desembolsos.

En lo que queda de 2025 los pagos en dólares suman U$S 2.300 millones, en 2026 unos U$S 12.800 millones y en 2027 unos U$S 19.000 millones. Son sumas extraordinarias y aplastantes del crecimiento, imposibles de afrontar.

El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, planteó recientemente en una entrevista que es “infantil” una ruptura con el Fondo Monetario Internacional (FMI). ¿Cuál es el programa alternativo? ¿Es posible mejorar las condiciones de vida y al mismo tiempo pagarle al FMI y los acreedores de deuda? Ya lo vivimos con la experiencia de Alberto Fernández que junto con Guzmán y con Massa optaron por no enfrentar al poder económico sino gobernar para él; bajo un cogobierno con el FMI que disparó la inflación al 300% anual y engendró las condiciones para el surgimiento del gobierno neolibertador de Javier Milei.

Hay que dar vuelta la historia. En lugar de que la vida de millones de trabajadores dependa de las decisiones de “los mercados” y de un puñado de irresponsables que favorecen al gran capital, son los millones de trabajadores quienes pueden decidir e imponer otro rumbo para el país. No se puede esperar al 2027 mientras en la agonía se gesta una catástrofe sobre los trabajadores.

Es necesario imponer desde abajo, organizados y en las calles, un programa de salida propio de los trabajadores, en ruptura con el FMI y el pago de la deuda externa ilegítima, y nacionalizando los bancos y el comercio exterior, resortes fundamentales para evitar la fuga de capitales y los golpes de mercado.

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