No hablar sobre Palestina en las escuelas sería equivalente a no enseñar el holocausto, sus asesinato, torturas y hambrunas y los campos de exterminos en la Alemania Nazi. En Argentina sería como no estudiar la última dictadura militar Argentina. ¿Por qué entonces nos piden que en las aulas callemos por Gaza? ¿Cuál es la complicidad del gobierno de Milei sobre este genocidio?
Si uno quiere enseñar bajo ciertos valores, debe recordar que en Gaza son 27 los niños y niñas asesinados por día por el ejército de Israel, desde el 7 de octubre de 2023. Enseñar que las causas de sus asesinatos van desde bombardeos a sus casas y escuelas, desnutrición, falta de agua y medicamentos. Podemos pensar, que estos 27 niños pueden representar el tamaño de tu clase, un número promedio de estudiantes en un aula de una escuela de Argentina. Cada día que vamos a la escuela, podemos reflexionar que los niños en Gaza van más de 650 días sin clases y que han bombardeado cada una de sus escuelas.
Una parte de nuestra educación tiene que mostrar con imágenes y videos la cruda realidad. Buscar la forma, buscar qué expresan y cómo mostrar qué está sucediendo. Explicar que el hambre se utiliza como un arma de guerra, donde la mayoría de los niños no logran llegar a los camiones de ayuda humanitaria y si tienen suerte, tienen solo 10 minutos para intentar conseguir un saco de harina si es que no les disparan antes. Si un niño consigue una, corre desesperado tras los francotiradores.
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También se muestran videos de niños jugando con lo poco que les queda, cantando o muchos adolescentes mostrando desde su arte la situación que atraviesan. Sus risas, su cultura, la música que escuchan y los juegos que juegan.
Las escuelas de Gaza son refugios y se encuentran en la “primera línea de la guerra”. Ya casi no se ven maestras que con escuelas partidas al medio por las bombas, intentan enseñar igual. Antes se veían más como un símbolo de resistencia. Han destruido todas las escuelas. Muchos niños mueren bombardeados en sus propias escuelas, en las que estaban solos o en familia. Las cuatro paredes de una escuela no sirven para protegerlos. Se está perdiendo toda una generación.
Henry Giruox, uno de los fundadores de la pedagogía crítica, publicó en el sitio “Salón” un grito de desesperación: “Cada niño es nuestro hijo: Gaza, Lidice y el colapso de la conciencia global”. En el escrito, Giroux hace una comparación con la escultura de bronce de Marie Uchytilová, el Monumento a los Niños Víctimas de la Guerra, que representa a los 82 niños de Lidice asesinados en Chelmno en 1942, que sirve como un conmovedor recordatorio de la barbarie que definió la masacre de Lidice liderada por los nazis. En represalia por el asesinato de Reinhard Heydrich, los nazis arrasaron la aldea de Lidice, ejecutaron a sus hombres y deportaron a sus mujeres y niños a campos de exterminio. Allí, Giroux compara y reclama “La muerte masiva en Gaza es más que una crisis humanitaria: es una ruptura sísmica en nuestro universo moral”.
Este colapso de la conciencia global, la ruptura sísmica en nuestro universo moral que describe Giroux, es una denuncia y un llamado a las aulas. Habla del lenguaje y de nuestra educación. De los docentes perseguidos en el mundo por hablar de Palestina. De los patios de las universidades del mundo tomadas por sus estudiantes. Contra la mirada sionista y colonialista sobre los Palestinos donde cada uno de esos niños desnutridos son terroristas o bárbaros, niños que para el estado de Israel son una amenza constante a la seguridad. Transforman a cada infancia en un terrorista. Y a los profesores del mundo y sus estudiantes que se movilizan por Palestina, los acusan de terroristas.
Hay que denunciar el relato militarista con que se construye la educación en Israel. Como lo estudia la autora Nurit Peled-Elhanan en su libro “Palestina en los textos escolares de Israel” la construcción de un relato sobre la historia, geografía y educación cívica, se encuentran dos suposiciones básicas que no se discuten ni se ponen en duda. Un propósito fundamental de la educación en Israel es «hacer soldados», donde la finalidad principal de la educación primaria y secundaria en Israel es que sus ciudadanos se conviertan en «buenos soldados«. Este objetivo moldea todo el sistema educativo. Los libros escolares están escritos para jóvenes que, a los 18 años, se unirán de forma compulsiva al servicio militar para llevar a cabo la política de ocupación israelí en los territorios Palestinos. Los niños y niñas israelíes dejan la escuela para unirse al ejército y continuar la política de ocupación de su país.
Como dice el manual que estamos distribuyendo desde el sindicato docente Ademys, “Tiza en mano” Theodor Herzl fue el teórico de ese proyecto a través de su libro “El estado judío” de 1896. Allí sostiene la idea de que Palestina sería “Una Tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”. Sin embargo, tal como ocurrió en la Argentina con la llamada conquista del “desierto”, había pueblo en Palestina. Una mirada educativa imperialista sobre los palestinos como bárbaros indígenas, atrasados. Toda comparación sobre cómo Milei trata a los pueblos originarios pidiendo que enseñemos el “día de la raza”, no es pura coincidencia. Son racistas. Una educación y genocidio a manos de Netanyahu, con Trump como cómplice y Milei apoyando.
Desde la geografía y la cartografía se puede enseñar. La sandía representa una parte. Se puede usar, como un ícono o como disparador del tema. Analizar el territorio palestino a través de los años, cómo es que avanzó Israel sobre el territorio y que habrá pasado con las familias palestinas. Hay documentales, videos, relatos de las familias. Los relatos en primera persona colaboran con una visión humanista. La geografía va unida con la historia, sobre relatos que fundamentan el genocidio y relatos que fomentan la resistencia. Las migraciones forzadas, el traslado. De acá hay varios ejes para profundizar.
Otra forma es comparar como toman el genocidio los diferentes medios de comunicación, nacionales e internacionales. Qué relatos se construyen, qué opiniones quieren formar y qué intereses tienen. Algunas preguntas conceptuales ¿es una guerra? ¿es un genocidio? ¿qué es un genocidio? ¿Qué dice el medio? También se pueden tomar los fríos números o desde otro punto de vista, cómo se construyen los discursos de odio.
Se puede tomar desde varias materias y aristas. Lo que no se puede hacer es callar. Se puede pensar para los diferentes niveles educativos y edades de los chicos. Lo que no se puede es no pensarlo. Pero el silencio no es salud. Se puede pensar desde la historia, pero no se puede falsear los hechos. Se puede pensar desde la geografía, pero no podes defender la ocupación.
Las redes sociales acompañan. Un lugar donde los chicos y las chicas ingresan constantemente. No hay que ocultar, lo ven. Scroleando lo ven. Lo escucharon en la televisión. Preguntaron. No son tabulas rasas. Es un genocidio a cielo abierto y tramistido por TikTok las 24 horas. Si no enseñamos Gaza, puede que sea demasiado tarde. Espero que no sea demasiado tarde.
¿Qué le vamos a decir a nuestros alumnos cuando nos pregunten qué hicimos por Gaza? Yo, al menos, no seré cómplice de las bombas y el hambre contra miles de niños. Negar la hambruna en Gaza no es menos despreciable que negar el Holocausto.