Desde el 16 de este mes se pueden ver los diez capítulos de la segunda temporada de El fin del amor, junto con otros 240 países en el mundo, por Prime Video. Vuelven a basarse en el libro con el mismo título de Tamara Tenenbaum. Su protagonista, además de productora ejecutiva es Lali Espósito, una de las ideólogas del proyecto, quien también es cantante y compositora con una trayectoria de más de veinte años, a pesar de su juventud.
Fue uno de los descubrimientos de Cris Morena en ficciones como Rincón de luz (2003) Floricienta (2004/5), Chiquititas sin fin (2008) y Casi ángeles, transformándose luego en integrante de la banda pop Teen Angels, pero desde el año 2013 comenzó a tener vuelo propio y asumió la composición de sus propios temas. En la TV pasó de los elencos de Cris Morena a protagonizar tiras en Polka de la mano de Adrián Suar, como en Solamente vos y luego conquistó en la ficción a Mariano Martínez con hábito de monja en Esperanza mía.
En el teatro encarnó uno de los papeles más deseados para una joven actriz: Abigail en Las brujas de Salem de Arthur Miller. Lo interpretó en el año 2012 junto a Roberto Carnaghi, Rita Cortese y Juan Gil Navarro. Prueba de fuego de la que salió muy airosa, en plena avenida Corrientes.
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También para el cine asumió desafíos, uno de sus protagónicos fue Acusada de Gonzalo Tobal, en el 2018 con un elenco encabezado por Leonardo Sbaraglia. En estos últimos años se dedicó a la música como lo demuestran sus recitales como los ya agotados del 24 y 25 de mayo en el estadio de Vélez con más de cuarenta mil localidades y la nueva fecha para el 6 de septiembre.
—¿Por qué una segunda temporada de “El fin del amor”? ¿Estaba prevista?
—Primero, porque la primera me pareció muy buena. Desde que empezamos a trabajar en esta versión de ficción del libro de Tamara, algo que empezó muy de cero imaginamos dos temporadas. Cuando lo leímos, Erika (Halvorsen) me dijo: “Hay que hacer una serie, no sé cómo, pero hay que hacerla”. Así empezamos con Tamara (Tenenbaum) y con Erika para lograrlo. Desde el inicio teníamos pensado hacerlas y que la segunda se desarrollara todavía mucho más en la búsqueda que tiene este personaje. Para que se sumen preguntas y sean diversas.
—¿Qué te interesó de encarnar a Tamara?
—El personaje tiene un montón de aristas. Es una feminista, filósofa, de treinta años, también errática, inteligente, vulnerable y tiene una coraza muy marcada. Le vi como mil caras para poder actuar, que lo vuelve tan humano y empático para mí como mujer. A mí me llegan muchas de las líneas que dice sobre el amor.
—Al ser productora ejecutiva: ¿te permitió elegir a los actores?
—Pude opinar y me di ciertos lujos, como decir; “a mí tal actriz/actor me encanta”. Sumé mi pequeña opinión en el mundo del casting y creo que lo que logramos es maravilloso. Son todas unas actrices y unos actores hermosos. En la segunda temporada se suman monstruos totales como Daniel Hendler, más otros intérpretes que hacen participaciones excelentes, sumados a los que continúan desde la primera. Dándome el gusto de tener a Verónica Llinás como mi madre: ¡qué ser humano y compañera maravillosa!
—Hiciste tiras en la televisión abierta, películas, algo de teatro, recitales y ahora series: ¿Qué preferís?
—Son actividades muy distintas que se abordan de manera diferente y exigen algo de mí que la otra actividad no. Creo que es muy diferente el hecho de estar a la merced de un guión, de un director o directora y eso te coloca en un lugar. La herramienta del actor, de la actriz, me parece muy interesante porque aprendés de ese mundo. Mientras que la música me pide y exige una creatividad, pongo mi nombre real, mi cara y mis ideas arriba de un escenario. Si bien obviamente me acompaña un equipo increíble de artistas que me ayudan a lograr todo, pero soy más yo. Si bien en la música una hace un poco un personaje, una performance como se le dice arriba del escenario soy yo. Mientras que en la actuación me permito entrar en ese universo tan increíble del juego de hacer a alguien. Me transformo en otro ser humano, hago otra vida y eso me parece muy divertido. Así que la disfruto mucho de verdad.
—La primera temporada de “El fin del amor” después se pudo ver en Canal 13. ¿Cómo fue esa recepción, qué viviste?
—La verdad que no sé. Disfruté mucho cuando salió en la plataforma, pero después no la vi en la televisión abierta. Algunas personas me decían que la compartían, que la veían en familia o con una pareja.
—Tu protagonista tiene escenas de droga y sexo. ¿Fueron complejas de interpretar?
—Te digo la verdad: ninguna. Me he sentido siempre muy cómoda, porque nuestras directoras (Leticia Dolera y Constanza Novick) y nuestro director (Daniel Barone) me han ayudado muchísimo a que siempre hubiera un ambiente de trabajo increíble, también mis compañeros técnicos y técnicas, creo que eso es fundamental. Lo humano siempre hace que un set se vuelva tu casa por un rato hasta que el rodaje termina y eso ayuda mucho al actor o a la actriz a llevar adelante escenas que no son fáciles. Creo que es un personaje que tiene todos esos mundos muy abiertos, los de la droga, el sexo y estaba súper dispuesta a contar todas esas aristas, que tenía esta persona. Así que fui al frente. No me detuve a ponerme nerviosa por alguna secuencia en particular.
—Aparece el mundo judío, con sus tradiciones judías. ¿Cómo lo viviste?
—Teníamos a nuestros expertos en set cuando había escenas que requerían decir ciertas palabras, o armar bien la mesa y los detalles en la decoración de la casa. Una estudia datos que no sabe, no soy judía, y a través de Tamara, más los expertos que nos ayudaban aprendí un montón y fue muy interesante. Es un universo que me interesa mucho. La comunidad judía ortodoxa de Buenos Aires es gigante, si no me equivoco es la tercera del mundo. Por eso contar este universo me pareció mega-atrayente. Tamara se arma hasta una coraza de no querer recordar tanto su identidad. Esta segunda temporada habla mucho de eso: de la identidad. Me parece que más que en la primera se abre el universo judío de esta ciudad y de este personaje.
—Aparece varias veces el tema del atentado de la AMIA: ¿qué significó para vos?
—Mi protagonista vivió en primera persona y esto ya no me refiero al personaje de la serie, sino obviamente a Tamara Tenembaum, la real, la escritora de este libro que perdió a su padre en el atentado, cuando ella tenía cuatro años. Aparece la madre, papel que encarna Verónica (Llinás) y que debe criar sola a tres hijas sin un marido cuando para esa cultura ortodoxa es complejo en un montón de circunstancias. Mientras que Tamara decide huir de ahí y digo huir porque es un término que ella usa en su adolescencia y como ahora en la adultez necesita volver a saber quién es. Busca esa identidad y sentirse también orgullosa. El camino que hace el personaje me hizo comprender un montón de aristas de la AMIA sensibles que no sabía antes. Simplemente las había vivido como cualquier argentina que sabe que eso es parte de nuestra historia, que ese horror es una herida de nuestra vida como argentinos. Me metió más profundamente en ese mundo de comprender una madre, una hermana, una hija y en el caso del personaje de Dany (Hendler) entender a un hijo que todavía sigue luchando por la memoria no solo de su madre, sino de todas las personas que perdieron la vida en ese atentado.