domingo, 23 febrero, 2025

La mudanza de Rubín, adiós a la esquina de los sueños

Durante seis décadas albergó sueños y esperanzas depositados en la fortuna de elegir un billete de lotería que alcanzara el premio mayor o acertar los 13 puntos de la explosiva aparición del Prode (Pronósticos Deportivos). La esquina de San Martín y Deán Funes, punto neurálgico por siempre, de la docta ciudad, se constituyó en un polo de atracción para quienes buscaban a través de la esquiva fortuna alcanzar sus sueños de la casa propia, del auto nuevo o del viaje a “las Europas”, como remarcaban algunos.

Antes de la década del 50 del Siglo XX, esa esquina fue sede de la tradicional Casa Vives cuya particularidad, además de ser una tienda general de ropa, era la de vender trajes, de niños y vestidos de niñas, para la Primera Comunión, que entonces tenía una fecha clave: el 8 de diciembre, Día de la Inmaculada Concepción cuando en todas las Iglesias era masiva la presencia de niños y niñas en ese tradicional rito religioso cristiano.

Mi memoria no llega a recordar el motivo por el que Casa Vives cerró sus puertas. Pero este acto comercial significó la aparición de Rubín, una imponente casa de lotería que prometía hacer millonarios a todos.

Cuesta imaginar en el tiempo que esa esquina y sus alrededores se transformaran en el punto neurálgico de la ilusión y los sueños. Por ahí estaban instaladas casas como «Barujel», «La Estrella» con su impresionante lluvia de premios y «La Rosario» que, sin la magia de un slogan pero con la seriedad de sus fundadores, se transformara también en una casa de confianza. Otras esquinas tradicionales del centro como Colón y General Paz, San Martín y Olmos, Rivadavia y Olmos albergaron grandes negocios dedicados a la venta de un ‘billetito’ o de una ‘boletita salvadora’ con sus 13 pintos del Prode.

El marco necesario para ese polo de sueños lo habrían de poner los vendedores ambulantes que “pateaban el centro” vendiendo ilusiones y ganando el sustento para sus familias. Cómo olvidar a Pedro el violinista ciego de la peatonal que por algunas horas se dedicaba a la venta ambulante de lotería con su tradicional… “Que bonito número… el que me lo compró se paró”. O al Nene, el hermano de Sopita, que le dejó la parada de San Martín y Deán Funes y que siguiera en esa actividad hasta comienzos del Siglo 21 constituyéndose en uno de los últimos vendedores de ilusión callejera.

La quiniela oficial que apareció en la segunda mitad de la década de los sesenta del siglo XX no existía, pero si estaban “los obreros del lápiz” que vendían la quiniela-clandestina a pesar de la prohibición y que eran perseguidos, recordando muchos que, ante la presencia policial se comían el papelito con las apuestas (la prueba del delito) para evitar la gayola.

Tiempo de juego y nostalgia

Tiempo también de coloridos billetes de lotería que todas las casas exhibían en sus vidrieras ordenadamente por filas y por decenas para que los peatones se detuvieran a buscar el número de sus sueños. Había sorteos todos los días de la semana para las loterías de Tucumán, Salta, Santiago del Estero, Nacional, Santa Fe y Córdoba que siempre conservó el miércoles para sus sorteos ordinarios.

La esquina que prometía hacerlos millonarios albergaba ilusiones y esperanzas que en fecha de gordos navideños intensificaban la demanda y el personal, aunque numeroso no alcanzaba. Los “gordos” de Navidad se constituían en un objetivo primordial para obreros de fábricas o de centro comerciales que “hacían la vaquita” para el entero elegido para que nadie afectara sus esperanzas de ganar. Las casas ofrecían esos billetes y también un talonario proforma de participación para cada uno de los participantes.

No había computadoras como hoy ni otra forma de saber adónde estaba el número soñado, así que se lo buscaba casa por casa. Era paciente y masiva la lectura de las vidrieras hasta encontrar el número deseado.

Todo ese mundo de ilusiones puestas en un billete de lotería comenzó a transformarse con la aparición de la quiniela oficial, que se jugaba únicamente a la noche por la Lotería de Córdoba, con aquellas viejas tarjetas que se picaban y que requerían la contratación de más personal. La irrupción del Prode creado por el entonces ministro de Bienestar Social Francisco “Paco” Manrique fue un suceso popular de aceptación. Se incluían los 13 partidos de Primera División del fútbol argentino que se jugaban el domingo, a excepción del primer adelantado por televisión que se jugaba el viernes a la noche.

Por eso, el viernes al mediodía se cerraban las apuestas y era llamativa la larga fila de apostadores en todas las agencias del centro y los barrios, en cualquier punto del país.

Cómo olvidar al primer ganador del increíble pozo de 300 millones de pesos, el paraguayo Mercedes Ramón Negrete, quien para no compartir el premio abandonó a su pareja Fabiana López. El premio pasó a ser una anécdota, el gesto de Negrete fue repudiado y su víctima Fabiana López pasó a ser una estrella de la TV paseando su drama por programas como la mesa de Mirtha Legrand o el exitoso Hola, Susana.

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Otros tiempos

La tecnología cambió la forma de jugar diariamente a la quiniela y otros atractivos como el Quini Seis, el Loto, el Telebingo que con una pequeña apuesta crea la ilusión de ganar millones.

Las agencias de Lotería con sus amplios salones y sus numerosas cajas de atención están en extinción. Hoy se limitan a pequeños locales que para subsistir tienen que incorporar otra actividad como kioscos o ventas de bebidas. Tampoco está el colorido billete del gordo de Navidad que se guardaba esperanzado. Hoy te dan un ticket para muchos indescifrable y poco atractivo. Esa escasa inactividad está llevando al cierre de agencias en los barrios y a la transferencia de locales en el centro.

El cierre de Rubín significa el cierre de la esquina de los sueños que nació a mediados del Siglo XX, que tuvo épocas brillantes pero que fue un innegable punto de concentración de esas ilusiones. Han sido 60 años de actividad y son muy pocos los que no pasaron por esa esquina a buscar la fortuna. Aún aquellos que no eran adictos al juego y que, incluso por desconocimiento, se hacían asesorar antes de jugar.

*Periodista

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