sábado, 11 enero, 2025

El eslabón perdido de Rubén Santantontín llega al Museo de Arte Moderno

Un óleo sobre tela sin título, de colores tenues, denota un camino de tierra atravesando un baldío, rodeado de árboles. Es un paisaje de Villa Ballester, en la Provincia de Buenos Aires. El lienzo se encuentra sobre una mesa del laboratorio de restauración y conservación, entre paredes y luces blancas, en el Museo de Arte Moderno, en San Telmo. Lleva la firma en negro del artista argentino Rubén Santantonín, conocido como el coautor con Marta Minujín de La Menesunda (1965), la primera obra participativa de la historia del arte, según la calificó en su momento la teórica neoyorkina Lucy Lippard.

La pieza, de 60×70 cm., está fechada junto a la firma, en 1946. Al lado, en la misma mesa, reposa un retrato de 1939, en lápiz y acuarela sobre papel, también firmado por el artista. Es Eneas Del Valle, un amigo de su infancia en el barrio. Ambas piezas, más una fotografía de 1931, donde aparecen Rubén Santantonín y Eneas Del Valle, su hermano mellizo Emilio y un desconocido, fueron donadas recientemente por Daniel Del Valle, de 71 años, el hijo de Eneas y Nélida Leonor Vuidepot. Sus padres habían recibido el óleo como regalo de casamiento aquel mismo 1946 cuando fue pintado.

Junto al óleo, en la mesa de laboratorio del museo, está el retrato en lápiz y acuarela (1939) de Eneas Del Valle, amigo de la infancia del artistaDavid Fernández/AFV

“No tenemos mucha información de Santantonín hasta que aparece con su obra vanguardista a finales de los años 50. Por eso, esto es un gran hallazgo —dice a LA NACION Luisa Tomatti, jefa del Departamento de Patrimonio del Moderno—. La obra se integra a la colección completando un vacío sobre el artista, porque no hay obra suya conocida de este período en una colección pública. Por eso es valioso que venga acompañada con la fotografía y el dibujo. Es una rareza”.

“Es como el eslabón perdido —opina Fernando García, curador de Programas Públicos del museo—. Completa un agujero gigante sobre un artista que terminó siendo muy importante”.

La pieza ingresa así al acervo del museo como testigo de una etapa desconocida del artista, aportando información de su trayectoria, todo un paracaidista en la escena cultural de su tiempo. “No sé de dónde salió, nunca supimos cuál había sido su vida anterior”, le comentó Luis Wells al mismo García, autor del libro El Di Tella, Historia íntima de un fenómeno cultural (Paidós en 2021). “Es cierto, no venía con una trayectoria de artista”, sumó al relato Dalila Puzzovio. “Yo tampoco sé de dónde salió. Quizá me lo presentó [Alberto] Greco en el Moderno, no sé. Pero nos hicimos íntimos amigos porque era una de las pocas personas con las que podía hablar en Buenos Aires”, agregó para ese texto Marta Minujín. “El fantasma de La Menesunda”, apodó García a este hombre de bigote, polera y anteojos nacido el 14 de diciembre de 1919, en una columna publicada en LA NACION, a propósito de la inauguración de la muestra en el Moderno, La Menesunda según Marta Minujín.

Una escena de «La Menesunda original», en el Di Tella

“Encontrar una obra de ese período inicial que forme parte de una colección de un museo público puede llegar a esclarecer un poco más de dónde venía este artista tan singular y misterioso, o tal vez engrandecer el misterio y que nos sigamos haciendo preguntas”, complementa el curador Patricio Orellana.

Nada se sabía sobre su vida creativa previa a 1958, cuando tuvo lugar su primera exposición individual, organizada por Jorge López Anaya. Desde entonces y hasta 1965, se sucedieron una serie de muestras en las que se conocieron sus pinturas abstractas, relieves, collages y sus “cosas”, como Santantonín llamaba a las esculturas que generalmente hacía con cartón, cuero, yeso, telas y otros materiales pobres y de descarte. Desde 1965, después de coronar su camino artístico con La Menesunda, no hubo más registro suyo hasta el final de su vida, excepto las trece fotos que habría tomado para el Happening de la participación total, de Roberto Jacoby y Eduardo Costa y una última acción en 1969, cuando prendió fuego a sus obras, haciéndolas desaparecer por completo. “Solo han sobrevivido a este afán de destrucción unas pocas obras que se encontraban en colecciones, algunas públicas, otras privadas”, especifica el catálogo de La Menesunda según Marta Minujín. El artista murió de un infarto el 20 de abril de ese año.

Rubén Santantonín durante la construcción de «La Menesunda», con Marta MinujínArchivo/Gentileza Moderno

Pero el óleo no es solo testigo de parte de la vida y de la obra de un nombre conocido en la historia del arte argentino del siglo XX, que hizo un corto paso por el escenario del arte. Como reviviendo de las cenizas aparece esta imagen que atesora 76 años de la historia de una familia. Eneas y Rubén se conocieron de niños en Villa Ballester, cuenta Daniel del Valle en diálogo telefónico con LA NACION. Los hermanos del Valle llegaron a esta ciudad del noroeste del Gran Buenos Aires a los tres años, con su madre viuda. Vivían en una casa sobre la calle Intendente Witcomb y a una casa de por medio residía la familia Santantonín. Eneas y Rubén fueron amigos desde siempre.

“Yo conocía la historia de Santantonín por mis padres. Sabía que cuando se casaron en 1946, Rubén les había regalado ese cuadro. Es una calle de tierra en Villa Ballester, cuando aún no estaba urbanizada. El cuadro es de aspecto melancólico porque lo pintó en invierno; la recuerdo nebuloso, pero para los que vivimos en la zona, la imagen pega con el ambiente”, analiza Daniel, quien ha visto esa pintura colgada en las paredes de las casas donde vivieron sus padres, hasta llegar a un pequeño departamento de Sucre y Cramer, que habitaba su madre cuando se quedó sola. “Ahí terminó. No lo quise tocar hasta que mi mamá falleciera porque me parecía que era un patrimonio de ella, muy personal y nunca se decidió hacer nada. Tampoco me dijo qué quería hacer con el cuadro, aunque sí con otras cosas”, confiesa.

“Tenía que decidir qué hacer con la obra; no quería ponerla en venta ni quería sacar un rédito económico de ella —sigue Del Valle—. Había leído un par de textos de Fernando García y a principios de 2023, lo contacté y le expliqué que quería que la obra quedara como patrimonio en algún museo. Él vino a ver la pieza e inmediatamente me contactó con el Moderno”. Esto inició el proceso de donación y, con ello, un trámite jurídico extenso que está llegando al final, con algunas cuestiones administrativas aún pendientes para completar la donación.

Fotografía familiar de 1931 donde aparecen Rubén Santantonín, Eneas del Valle, su hermano mellizo Emilio y un desconocido; como documento, también forma parte del conjunto de la donación

Cuando la pintura y el retrato llegaron al museo en octubre pasado, se retiraron los marcos deteriorados para dar inicio al proceso de restauración. Se examinó el estado de la pintura y se le hicieron pruebas de limpieza. A la parte del cielo, que estaba muy amarronado -recuerda Diamela Canosa, una de las conservadoras del museo-, se la limpió con un agente quelante, un químico que ayuda a capturar metales y suciedad. Al retrato no se lo limpió, pero se le retirará el paspartú y el soporte de cartón secundario que tiene debajo, ya que no es bueno para los papeles, explica la conservadora. Aún no está definido si la obra estará expuesta al público ni cuándo; del mismo modo que hasta que el proceso de donación no finalice, la pieza no se puede prestar y está bajo custodia del museo.

La conservadora Diamela Canosa explicó sobre los procesos que realizaron durante los últimos meses para la puesta en valor del óleo que el museo incorpora a su colecciónDavid Fernández / AFV,David Fernández / AFV

El Moderno adquirió en 1967 un relieve original del artista titulado Egocosa (1961), sobre tela y cartón, exhibida hoy en la sala F del museo, junto al Integralismo N°1 de Renart y otras obras informalistas de la época.

En las salas del museo está expuesta «Egocosa» (1961), de SantantonínDAVID FERNANDEZ/ AFV

Otra obra del artista, Aéreo (1964), integra la colección del Museo Provincial de Bellas Artes de La Plata.

Cabe distinguir que dos obras de Santantonín tituladas Cosa, que se exhiben en la sala N° 36 del Museo Nacional de Bellas Artes, son reconstrucciones realizadas por el artista Pablo Suárez a partir de fotografías. Están colgadas con alambre y comparten el espacio con otros informalistas como Noemí Di Benedetto, Kenneth Kemble y Alberto Greco, entre otros.

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