jueves, 26 diciembre, 2024

El FMI volvió a hacerlo: corrió el arco y hasta abril no habrá definiciones

Diplomáticamente, el Fondo Monetario Internacional (FMI) le dejó claro al equipo económico argentino que las posibilidades reales y rápidas de un acuerdo entre el país y el organismo financiero internacional, que incluya dinero concreto de liquidación, están lejanas. Al menos en el mediano plazo. Y que habrá que esperar para obtener más dólares de deuda que se sumen a los US$ 44.800 millones que el país ya debe por el Stand By firmado entre 2018- 2019 durante el gobierno de Mauricio Macri, reciclado en un Facilidades Extendidas firmado en marzo 2022 durante la gestión Alberto Fernández (con tres revisiones técnicas) y en el acuerdo actual cerrado en enero de este año. Así se lo dejó claro esta semana el responsable del caso argentino, el venezolano Luis Cubeddu; empoderado por la número dos del organismo, la norteamericana Gita Gopinath, quien ejerce el verdadero poder de policía en las negociaciones con el gobierno de Javier Milei, al trío presente en Washington formado por el  secretario de Finanzas, Pablo Quirno, el secretario de Política Económica, José Luis Daza, y el vicepresidente del Banco Central (BCRA), Vladimir Werning.

Para el FMI, el país debe cumplir con dos requisitos innegociables y complicados para el gobierno de Javier Milei. Aún más complejos para lograr las metas de equilibrio fiscal, emisión monetaria e incremento de las reservas del Banco Central; tres cuestiones donde el libertario y su ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, parecen tener la pelota dominada. Las dos obligaciones que Cubeddu dejó claro en las conversaciones de Washington de los últimos días fueron que cualquier acuerdo que implique un mayor endeudamiento por parte de la Argentina deben ser aprobado por ley; y, luego, avalado por el Board del FMI. La segunda, cambios estructurales reales en la economía argentina, incluyendo el mercado cambiario local, donde para el FMI aún hay mucho para trabajar.

Según Milei, las dos condiciones son alcanzables; pero no en el corto plazo. Con lo que para un nuevo acuerdo de largo plazo con dólares frescos desde el organismo, habrá que esperar ¿Cuánto? Primero, a la asunción de Donald Trump en la presidencia de los Estados Unidos del 20 de enero próximo; ya que en teoría el “padrino” del acuerdo y el impulsor de los votos en el Board del FMI será el republicano, aliado, se supone, incondicional del argentino en el máximo órgano de conducción política del Fondo. Una vez con Trump en el poder y con dominio de la situación internacional, aún le faltará a Milei un paso complejo: que el Congreso Nacional apruebe el nuevo endeudamiento. Es la misma condición que Kristalina Giorgieva le impuso a Martín Guzmán para el acuerdo de 2022, y que derivó en la crisis terminal en la relación de Alberto Fernández y el kirchnerismo, con la negativa de Máximo Kirchner a apoyar la iniciativa y a la curiosa alianza con los diputados del entonces unido Juntos por el Cambio, quienes le dieron los votos al anterior gobierno para que el Stand By sea sancionado por el Legislativo. Supone Milei que tendría los apoyos para la aprobación, pero que deberá tomarse su tiempo para negociar. Y que, en consecuencia, será un trámite parlamentario que deberá esperar a las sesiones ordinarias de 2025, que comenzarán recién el 1° de marzo. Para el FMI, los tiempos cierran. Sería un acuerdo estrella para presentar en el primer evento importante del organismo del próximo año: la Asamblea de Primavera del FMI de abril 2025. Esto es, dentro de cuatro meses.

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Mientras tanto, si Argentina quisiera que técnicamente se apruebe un acuerdo con más dinero sobre la mesa, debería ejecutar medidas efectivas en su sistema cambiario. Cubeddu y los técnicos del FMI se mostraron ante Daza, Quirno y Werning asombrados por la caída de los dólares  blue y financieros, pero aún consideran que hay problemas de tipo de cambio. Tanto de retraso como de restricciones operativas, vinculadas con las trabas para acceso y salida de divisas del mercado y de las fronteras financieras del país. Hablando más concretamente: con el cepo. Se llega ahí a una paradoja: Argentina considera que para abrir el cepo se necesita el dinero del FMI. El Fondo cree que no puede otorgar dinero en estas circunstancias sin quedar a salvo de que no se financiará una corrida; con lo que primero se debería actualizar el tipo de cambio para luego abrir el grifo de dólares. En otras palabras, el FMI insiste en que Argentina debe liberar su tipo de cambio, y, obviamente, devaluar. Precisamente lo que el ministro de Economía descartó el jueves pasado en Córdoba. Otra vez, Argentina confía en la fecha mágica del 20 de enero, el día en que Trump vuelva a la Casa Blanca.

Quieren Milei y Caputo que el Fondo les dé la oportunidad de conseguir los casi US$ 11 mil millones que se le reclaman al organismo, demostrando que funciona la idea de una mejora de la competitividad a partir del respeto del crawling peg al 2% mensual (puede cambiar tenuemente hacia arriba o hacia abajo); con una inflación que, aseguran en el gobierno argentino, se mantendría en un promedio de 2% mensual. O menos. Se respetará la estrategia de apertura del cepo según los criterios que considere el Ejecutivo y el Palacio de Hacienda, siempre que el ritmo hacia delante sea de liberación y no dependencia. En palabras menos ideologizadas, que el cepo se vaya desmantelando y no profundizando o manteniendo.

El criterio de prioridades sobre los rubros económicos donde se flexibilizará el acceso a las divisas quedará a criterio del gobierno argentino, pero en este caso ambos coinciden. Antes que nada, se priorizará la apertura del cepo para la producción y la posibilidad de giro al exterior de las ganancias locales. Esto normalizará totalmente el acceso a los dólares para los importadores, no solo para las pymes (que según el oficialismo ya están casi al día), sino también para las grandes compañías. Por lo demás, acepta el FMI, que la posibilidad de poder comprar dólares para el público en general para atesoramiento o turismo continuará trabada. Por bastante tiempo más. Esto incluye el mantenimiento de algún tipo de impuesto a consumo de dólares por tarjetas o vías digitales; con un nivel de costo similar al actual. Esto es, unos US$ 1.600 pesos. En esto coinciden tanto el Fondo como el gobierno criollo: no es tiempo de salida masiva de dólares para turismo u ahorro popular. Menos a este valor, que, para ambas partes, es barato. Desde el FMI se aceptarán estas políticas que no están en la carpeta clásica de las revisiones técnicas e históricas del organismo. Mucho menos en la cabeza del salido de la discusión, el director gerente para el hemisferio occidental Rodrigo Valdes.  

Mientras tanto, el Ministerio de Economía está cerrando los números de 2024. Para poder comenzar a proyectar hacia delante, necesitaba tener un noviembre  fiscalmente amistoso. Y lo tuvo. Según los datos oficiales, el superávit financiero (con el pago de intereses de deuda) acumulado al décimo mes del año alcanzó el 0,5% del PBI; lo que implica unos 2 mil millones de dólares; mientras que el primario (recaudación sobre gasto) se ubicó en unos 8 mil millones de dólares, acercándose al 1,8% del PBI. Confía el Ministerio de Economía que la tendencia continuará en diciembre (mes incluso siempre complejo en el rubro gastos), con lo que el primario superará el 2,1% del PBI y que el financiero se ubicará en el 0,6% del PBI. No habrá problemas en mostrar un resultado final en sintonía con el FMI, con datos fiscales oficiales similares a los de la salida de la convertibilidad. Los que, se promete, volverán a repetirse en 2025.

En paralelo al acuerdo 2025, Caputo busca cerrar 2024 lo antes posible. Los tiempos se aceleran, pero igual hay esperanzas antes de enero. Lo que podrá anunciarse en las próximas jornadas es la aprobación de los períodos abril- junio (novena revisión) y julio- septiembre (décima). Hay solo un problema por resolver. Argentina sobrecumplió las metas de superávit fiscal primario de ambos períodos, y no tendrá problemas en lograr el objetivo anual de un 2,1% de ahorro entre recaudación y gastos. Incluso puede mostrar el Ministerio de Economía un superávit financiero (primario menos el pago de deuda corriente) entre enero y septiembre de un 0,45% aproximado. Esto es, unos 2.500 millones de dólares. Un hecho inédito de 2003 a 2005, con Roberto Lavagna como ministro y con un país en default. También puede mostrar el gobierno argentino un cumplimiento estricto en cuanto a la emisión monetaria, donde hasta septiembre el resultado es cero. Justo lo que pide el FMI.

Donde habrá que pedir un waiver, tal como adelantó este medio, es en la acumulación de reservas. A septiembre, el número comprometido ante del FMI estuvo entre 1.000 y 2.000 millones abajo. Un número comprensible, y una meta incompleta en vías de recuperación en el último trimestre del año, vía blanqueo. Según asegura el Palacio de Hacienda, para fin de año los US$ 8 mil millones de recuperación de reservas del BCRA estarían cerca de lograrse. Y, si no es así, será por poco.

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