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La primera vez que Agustina López Cabanillas aprendió a caminar con un bastón para ciegos fue entre los 12 y 15 años. Había nacido prematura, con seis meses de gestación y su retina no había terminado de desarrollarse. Más adelante la operaron y pudo recuperar parte de su visión. Pero en la adolescencia la ceguera volvió de manera definitiva en su ojo derecho. Con el izquierdo solo ve sombras indefinidas, como quien se refleja en un espejo empañado por el vapor de la ducha.
Hoy tiene 25 años y esa condición no la detuvo para alcanzar sus sueños. Hace poco se mudó de la casa donde vivía con sus padres en Ituzaingó a un departamento en Morón; es licenciada en Trabajo Social, especializada en discapacidad; y trabaja en la municipalidad de su nueva ciudad: se encarga de armar programas de accesibilidad y dar talleres de promoción de la inclusión en escuelas e instituciones. Si bien se maneja muy bien en colectivos, subtes y trenes, su movilidad y autonomía a la hora de salir a la calle es limitada.
“Es normal que me choque con mesas. Lo peor es cuando me caigo porque me encuentro con algún pozo o una construcción. Lo más extremo me pasó dos veces, cuando me chocaron y me rompieron el bastón. Tuve que llamar a mi padre para que me fuera a buscar porque estaba totalmente impedida de moverme”, explica a LA NACION Agustina.
“Después de esas dos veces me dio muchísima ansiedad salir a la calle. Las barreras del entorno son el problema, no nosotros los ciegos”, dice. Es por eso que la joven, con el apoyo de Red Solidaria«>el apoyo de Red Solidaria, comenzó una campaña, una colecta solidaria desde sus redes para poder juntar el dinero necesario para poder tener un perro guía y lograr mayor movilidad y autonomía.
Un perro con la certificación de entrenamiento cuesta unos 10.000 dólares. Por eso, Agustina pide que 10.000 amigos o personas solidarias le donen 1000 pesos.
Para ayudar a que Agustina López Cabanillas pueda juntar el dinero suficiente para tener su perro guía, se pueden hacer donaciones al siguiente alias: perroguia.agustina
“Tener un perro guía para mí es más seguridad y libertad porque además de sentirme acompañada en la calle, las personas te ven más. Y el perro te hace evitar los pozos, te avisa si hay un cartel con el que te podés chocar con la cabeza, un poste, una escalera”, cuenta con entusiasmo Agustina, que ama los animales y le encanta socializar con todo el mundo.
Cuando cuenta todas la actividades que realiza en la semana, se muestra como es: imparable. Además de trabajar en la municipalidad, hace un curso de Resolución Alternativa de Conflictos en el Poder Judicial de La Nación, estudia canto y se mueve por toda la provincia. Hace patín en un club de Boedo y en otro de Luis Guillón, y juega al fútbol femenino para ciegas en Avellaneda. “Nuestro equipo se llama Las Pirañas y nuestro escudo es el pez mutante de tres ojos de Los Simpson”, dice y se ríe.
“Sabemos de la importancia de contar con su perro guía para Agustina, por eso, nos sumamos, a que 10.000 amigos y amigas aporten 1200 pesos, de los cuales ya se sumaron 3800″, cuenta Martín Giovio, de Red Solidaria. Ambos se conocieron en 2017, cuando la joven participó en la Escuela de Líderes para la Comunidad que organizaron con la UBA y River Plate.
“Es muy sensible, generosa y tiene un gran compromiso para que haya más conciencia de solidaridad. Colabora con un comedor de una iglesia de Castelar y da la merienda en la capilla María Mediadora de Ituzaingó”, detalla Martín.
Agustina está muy ilusionada, dice que le gustaría mucho compartir su vida, sus rutinas, su nuevo hogar con un campeón del mundo. Es que el perro al que podría acceder es parte de una camada de cachorros que nació cuando el equipo de fútbol de la Argentina ganó el último Mundial y que está siendo entrenada por la Federación de Perros de la Argentina en la sede del Club de Leones de Quilmes.
Muchos se preguntan por qué un perro guía cuesta tanto dinero. “Son animales entrenados especialmente para guiar y cuidar a las personas ciegas. Ese dinero cubre sus alimentos, sus vacunas, sus collares y chalecos, la infraestructura donde se los adiestra, el pago a quienes los entrenamos, profesionales que fuimos capacitados por profesores que vienen del exterior“, cuenta Brenda Coria, directora y adiestradora de la Escuela de perros del Club de Leones de Quilmes.
Por otra parte, los perros, que en su mayoría son labradores, tienen una vida de servicio de ocho años, luego deben ser jubilados. El perro sigue viviendo con quien ya hizo una relación de gran amistad y se le da otro como guía, para ello, no se paga nada, cuenta Brenda.
Agustina ya fue varias veces a Quilmes a charlar con Brenda y a ver a la camada de campeones. Es que es importante que los entrenadores conozcan cómo será la persona que espera por un perro. “A una amiga le dieron uno tranquilo, como ella. No es que yo sea imparable, pero estoy de un lado a otro todo el tiempo, así que me darán uno con mucha energía”, comenta.
La joven no solo difunde un alias desde su cuenta de Instagram para recibir donaciones, también junta dinero a través de productos que le donan para rifar. Los mensajes que recibe son amorosos: “Agus, si sale otra rifa contá con mis tejidos. Abracito, ¡vamos por ese perrito guía!”; “Vamos Agustina, ¡acá tenes un nuevo amigo!”, “Acá va mi ayuda para que puedas seguir haciendo lo que hacés y más”. Ella agradece. Dice que también recibe comentarios negativos, aunque son los menos, de gente que le dice que por qué no usa un perro cualquiera. Agustina lo toma con humor y se ufana de tener, como tienen los influencers, sus propios “haters”.
Solo le faltan 1500 dólares para llegar a 5.000, con los cuales, si los junta antes del 4 de diciembre, ya podría pagar el 50% y comenzar ella misma a entrenar con el perro.
“En esa instancia de adaptación, nos vamos a conocer, voy a aprender a darle órdenes y a cuidarlo, como él me va a cuidar a mí”, dice y confiesa que ya compró una camita. Promete que cuando tenga su perro guía, hará una visita a este medio, pero advierte: “Sé que va a ser dificil porque son hermosos, pero si está con el arnés, nadie lo tiene que tocar más que yo. Es por eso que lleva inscripto en el lomo, además de la certificación de Andis, un mensaje muy claro: ´No me acaricies´. O sino no me hace caso a mí y deja de guiarme”, explica.
Es que cuando un perro guía trabaja, se debe a su persona y a nadie más. “Yo le tengo que sacar el arnés y ahí nos podemos a jugar. Ya le compré un cono, que es un juguete especial para los perros guía, porque imaginate si ve una pelota en la calle o una botella, me deja en banda”, cuenta Agustina y nuevamente se ríe, con ilusión.
Para ayudar a que Agustina López Cabanillas pueda juntar el dinero suficiente para tener su perro guía, se pueden hacer donaciones al siguiente alias: perroguia.agustina
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