viernes, 6 diciembre, 2024

Ganadores y perdedores del modelo de apreciación cambiaria

El programa económico de la administración Milei para bajar la inflación puede encuadrarse como un plan de estabilización, ya que el gobierno alineó las principales aristas de política económica a dicho objetivo en base a tres pilares fundamentales:

  • 1) Ajuste fiscal: se alcanzó el equilibrio financiero
  • 2) Política monetaria más restrictiva: se dejó de emitir para asistir al fisco y la tasa de interés mensual de referencia del BCRA supera las expectativas de inflación
  • 3) Ancla cambiaria: tras el salto inicial, el tipo de cambio oficial trepa a un ritmo del 2% mensual que ayudó a contener las presiones/expectativas inflacionarias. Milei avisó que, si la convergencia de la inflación al 2% mensual se consolida, el crawling peg bajaría a 1% mensual.

Aún es muy temprano para saber si la significativa reducción de la inflación observada – tras casi 3 años, el alza de precios perforó el 3% mensual en octubre- podrá sostenerse producto de la fuerte apreciación cambiaria en un contexto de cepo y reservas netas negativas.

Pero el gobierno ha logrado extender el horizonte de la pax cambiaria, convenciendo a la mayoría de los agentes económicos que, gracias al equilibrio fiscal, el ingreso de argendólares por el Blanqueo, y mayores expectativas de exportaciones -RIGI Mediante- de vaca muerta y minería, “esta vez será diferente”.

Pero ganar una batalla no implica la guerra: hay factores estructurales -e imponderables como un shock climático o internacional adverso- que podrían perturbar la estabilidad cambiaria.

El Tipo de Cambio Real (TCR) no sólo volvió a niveles previos al salto cambiario, sino que perforó el mínimo de la gestión Macri. Cabe recordar que, pese a que aquella administración realizó múltiples reformas y desregulaciones para mejorar la competitividad, no pudo sostener un TCR tan apreciado.

Además, el problema de los “stocks” persiste: hay mucha deuda comercial con importadores, utilidades retenidas y pocas reservas en el Banco Central. Por último, la reducción de aranceles e impuestos para importar, el atraso cambiario en un mundo más proteccionista tras el triunfo de Trump junto con la recuperación del nivel de actividad, pueden generar un boom de importaciones. Por caso, en 2017 el PIB creció casi 3% y los volúmenes importados treparon más de 15%.

Es lógico pensar que en algún momento la economía argentina requerirá un TCR más elevado que el actual, pero ese escenario no parece cercano: las expectativas de inflación/devaluación están convergiendo a las del proyecto de Presupuesto 2025 y lo más probable es que la calma cambiaria persista hasta las elecciones de mitad de término.

Es posible que la incertidumbre propia del proceso electoral y la expectativa de cambios en la política económica tras los comicios desarmen el carry trade generando tensiones cambiarias, pero el gobierno tiene cada vez más herramientas para evitar una corrección brusca (acuerdo con el FMI/Trump, Canje, Repo, etc.).

A medida que el ingreso de capitales y la confianza en el gobierno se fortalecen, el modelo de TCR apreciado se consolida y el impacto negativo del «superpeso» sobre los sectores transables comienza a ser palpable. Pero la mayor estabilidad nominal, la recuperación del crédito y la normalización de la economía (importar ya no es una odisea), ha generado mayor certidumbre/previsibilidad para hacer negocios en Argentina.

Sectores ganadores y perdedores

Entre los sectores ganadores se encuentran la energía (gas y petróleo no convencional) y la minería, que RIGI mediante, atraerían cuantiosas inversiones para desarrollar nuevos proyectos para potenciar las exportaciones de recursos naturales en los próximos años. La expansión esperada de la energía y la minería impulsará múltiples proveedores y servicios asociados a estas actividades junto a las localidades/provincias donde se encuentran los recursos naturales.

La eliminación del déficit fiscal ha hecho renacer la intermediación financiera. Los bancos ya no captan pesos del sector privado para prestárselo al gobierno (efecto crowding out), sino que vuelven a otorgar crédito a individuos y empresas.

Las perspectivas de las empresas importadoras son favorables gracias a la normalización de procesos (remoción de trabas y reducción de plazos de pago), la simplificación de trámites, reducción de algunos aranceles, y la finalización de impuesto PAIS. No todo es color de rosa, ya que las de menor escala pueden enfrentar mayor competencia por envíos puerta a puerta.

Los servicios no transables -educación, comunicaciones, cuidado personal, etc.- también enfrentan un panorama próspero ya que, al no enfrentar la competencia externa, podrán captar toda la mejora de la demanda interna.

Entre los sectores perdedores destacan la construcción y la mayoría de las actividades transables -que compiten con el exterior- que no están relacionadas con el ecosistema de energía y minería.

Las perspectivas de la construcción se ven afectadas por partida doble. El ajuste sobre la obra pública a nivel Nacional -y en menor medida provincial- fue formidable: el gasto de capital pasó de representar 1,6% del PIB en 2023 a sólo 0,5% del PIB este año. Esto no se revertirá en el corto plazo, ya que el proyecto de presupuesto 2025 prevé una mínima expansión de dichas erogaciones (+0,2% del PIB). Asimismo, el elevado costo en dólares de construir en nuestro país, reduce considerablemente los proyectos privados rentables.

Salvo las ramas relacionadas a energía y minería y otras pocas excepciones, el panorama para la industria es complejo ya que se están juntando tres frentes de tormenta: i) Peso argentino fuerte; ii) Real brasileño débil (es nuestro principal socio comercial); y iii) Posible guerra comercial USA-China durante la segunda presidencia de Trump, que puede generar una inundación de productos chinos.

El atraso cambiario también afecta negativamente al sector agropecuario y las economías regionales, aunque de una manera dispar según el grado de valor agregado de cada unidad productiva (la zona núcleo sigue siendo rentable, pero no así en tierras menos fértiles). Algo similar sucede con los servicios basados en el conocimiento: Argentina ya no puede competir por costos, pero sí por calidad.

Por último, tanto el turismo como el gasto en ciudades limítrofes se ha visto perjudicado por el atraso cambiario y el cierre de la brecha cambiaria. No sólo crece fuerte el turismo emisivo y se desploma el receptivo, sino que el flujo de compras en ciudades limítrofes se ha revertido.

En síntesis, producto de la apreciación cambiaria el aparato productivo sufrirá modificaciones a favor de actividades no transables y extractivas de recursos naturales, en detrimento de sectores que compiten con el exterior que reducirán su producción local. Esto último implicará pérdidas de puestos de trabajo de calidad, que tal vez puedan compensarse con la expansión de los sectores ganadores.

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