Tijuana: periodistas en zona de riesgo permanente
Tijuana (méxico, 2019) /
Dirección: Hammudi Al-Rahmoun Font /
Guión: Zayre Ferrer y Rodrigo Ordóñez /
Elenco: Damián Alcázar, Tamara Vallarta, Rolf Petersen, Claudette Maillé, Iván Aragón, Rodrigo Abed /
Disponible en: Netflix /
Nuestra opinión: Buena
En los últimos 18 años hubo en México entre 140 periodistas, fotógrafos y camarógrafos asesinados, además de 25 desaparecidos, según cifras oficiales consignadas en una reciente investigación de The New York Times. Esta escalofriante estadística convierte a México en el país más peligroso de todo el planeta para el ejercicio profesional del periodismo fuera de los países y lugares en los que se desarrollan guerras abiertas.
El comienzo de Tijuana deja constancia de esta dolorosa realidad: las cámaras acompañan a una multitud en el cortejo fúnebre de un periodista asesinado en el ejercicio de su tarea profesional. Durante la ceremonia resuena el recuerdo de cada uno de los nombres de los hombres de prensa que perdieron la vida. Y aunque la historia que se narra en esta serie mexicana es ficticia se hace fácil reconocer sus conexiones con la realidad.
Los hechos transcurren en la ciudad fronteriza del título, donde parecen moverse a sus anchas los dueños de la corrupción política y los del crimen organizado. Pero al mismo tiempo, como si esa ominosa escenografía fortaleciera el arrojo y un compromiso a toda prueba, también allí aparecen periodistas profesionales dispuestos a enfrentar riesgos para que se conozca la verdad. Es un mérito de la serie no insistir con el énfasis de la denuncia el señalamiento de esta actitud, sino acercarse a ella con mesura y equilibrio, además de dejar en claro que corren riesgo físico visible al hacerlo.
Consciente de su papel como serie mexicana que sale al mundo, Tijuana retoma la mayoría de los ejes narrativos y dramáticos típicos de las ficciones testimoniales ambientadas en ese entorno: la corrupción política que todos conocen y nadie denuncia, los contaminados vínculos entre funcionarios, candidatos y exponentes del crimen organizado en todas sus variantes, el drama de la emigración clandestina a Estados Unidos con su cruento saldo de desapariciones, trata de personas y familias desmembradas, un sistema económico que depende de la maquila. En la serie se abordan todos estos temas, algunos con más fuerza y convicción que otros. Tijuana gana cuando las tensiones ligadas a la corrupción y reveladas por el periodismo ocupan el centro del terreno y pierde cada vez que alguna subtrama expone una innecesaria carga melodramática.
De paso, la serie nos ayuda a armar un glosario de términos propios de la región. Descubrimos, por ejemplo, al “pollero”: el encargado de llevar a los trabajadores indocumentados a su incierto destino.
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